Mariano Tovar

MARILYN

Y EL VESTIDO INVISIBLE DE LOS

2.500 CRISTALES

En la primavera de 1962, Marilyn Monroe decidió que su aparición en la gala de cumpleaños de John F. Kennedy debía ser inolvidable.

Para ello encargó un vestido que desafiara todos los códigos de la moda y la política al modisto francés Jean Louis.

Marilyn le pidió un vestido que pareciera “hecho de piel y pedrería”, una segunda piel que brillara y que creara la ilusión de desnudez.

El resultado fue una pieza de gasa de seda color carne, tan fina y ajustada que tuvo que ser cosida sobre su cuerpo antes de subir al escenario.

El vestido estaba decorado con más de 2.500 cristales cosidos a mano, que captaban la luz como si fueran diamantes flotando sobre su piel.

El 19 de mayo de 1962, el público del Madison Square Garden quedó en silencio absoluto ante la visión de Marylin con aquel vestido imposible.

Tras la actuación, el vestido fue guardado y permaneció en manos privadas, convertido en una reliquia de la cultura pop.

En 1999, fue subastado en Christie’s Nueva York, por 1,26 millones de dólares, lo que lo convirtió en el vestido más caro jamás vendido.

Años después, fue adquirido por la colección de Ripley’s Believe It or Not!, que lo conservó en condiciones controladas por su valor histórico.

En 2016, fue subastado nuevamente y vendido por 4,8 millones de dólares, batiendo su propio récord como la prenda más cara del mundo.

En 2022, el vestido regresó al centro del debate público cuando Kim Kardashian lo usó brevemente en la Met Gala.

Expertos en conservación textil criticaron la decisión. El uso del vestido podría haber comprometido su integridad estructural.

Hoy sigue siendo un ícono de la moda del siglo XX, una obra de arte que reúne el poder de la imagen, el deseo y la política en una sola prenda.